¿Posgrado y emprendimiento son mutuamente excluyentes?

Por: Isaías Hernández Carrillo, aspirante a doctorado en la Universidad de Nottingham y ex-gerente de ingeniería térmica y turbinas en Grupo ENAL

Durante mis estudios de doctorado en tecnología de la energía sustentable, me he encontrado un sinnúmero de oportunidades que prometen, potencialmente, combinar mi pasión por academia y la tan soñada solvencia económica.

Sin embargo, he pasado de largo por encima de ellas con la promesa de retomarlas cuando, una vez graduado, tenga tiempo para desarrollarlas apropiadamente. Por fortuna, mi mentalidad cambió recientemente y hoy estoy tan convencido de que se puede ser emprendedor y estudiante simultáneamente, que he decidido llevarlo a la práctica. No obstante, me gustaría compartir una propuesta para replicar esta experiencia de un modo ojalá más ortodoxo.

Estudiar un posgrado

Egresar de posgrado nos deja en un nicho inmejorable para renunciar a la zona de confort como consumidores de empleo y convertirnos en generadores. Si tenemos en cuenta que estudiar un posgrado, especialmente enfocado al área energética, es un objetivo extremadamente retador y demandante, y que el abanico de oportunidades laborales que promete podría ser un tanto dispar con la oferta laboral real. Nos daremos cuenta de que madurar proyectos de desarrollo tecnológico y/o de ciencia aplicada durante nuestros estudios de posgrado, podría dejarnos la puerta lista para materializar nuestro trabajo que habitualmente se queda en papel.

Emprender

El emprendimiento temprano en áreas estratégicas permite crear productos y servicios que resuelvan necesidades nacionales y regionales, al tiempo que genera autoempleo para la creciente población de posgraduados. Sin embargo, el emprendimiento no debería ser un esfuerzo individual aislado pues, a pesar de nuestro característico entusiasmo y pasión, el camino podría ser tortuoso además de que la tasa de éxito es baja, lo que podría representar frustración y un muy alto costo de oportunidad. Por lo tanto, además de un inicio temprano, un método estructurado y tutelado de emprendimiento ayudaría a mejorar las oportunidades de supervivencia y éxito.

¿Cómo se podría lograr?

Para lograrlo efectivamente, se me ocurre proponer un programa especial de doctorado extendido para emprendimiento, en el que además de la formación académica, se reciba entrenamiento e impulso empresarial. En este programa tres requisitos clave tendrían que combinarse: un candidato, un plan y un entorno de incubación.

En primer lugar, los candidatos deberían ser escrupulosamente seleccionados; ya que no se trata de un perfil puramente académico, ni puramente empresarial, un perfil integral sería más adecuado. Dicho perfil debería demostrar habilidades formativas, interpersonales y de negociación y, por otro lado, debería poseer los tres pilares del éxito: trabajo, talento y suerte. Como el talento y la suerte son incontrolables; el trabajo duro juega un papel predominante.

En segundo lugar, un plan, y no me refiero a un plan de investigación o a un plan de negocio, sino literalmente a un plan de vida. Dicho plan debería incluir a priori una idea de producto o servicio en el sector energético con potencial de negocio, es decir, que resuelva un problema a quien esté dispuesto a pagar por ello, y que sea rentable. Además, un plan de desarrollo, lanzamiento y crecimiento. Dicho plan, evidentemente, debería ser perfectible, aunque claramente presentado; este podría ser preparado en una primera etapa de pre factibilidad o formación propedéutica.

Y finalmente, un entorno de incubación en donde se encuentren en buena medida los nutrientes esenciales, es decir, instalaciones, asesoría (personal, tecnológica, comercial y jurídica) y recursos (humanos y económicos).

Si bien es cierto que las instituciones creadas exprofeso, como el INADEM, realizan un papel excepcional en la creación de empresas. Las universidades y algunos centros de investigación parecen ser un jugo de cultivo natural para la germinación de emprendimientos con base tecnológica; como lo han demostrado instituciones de prestigio como la UNAM y el Tecnológico de Monterrey.

Por su naturaleza, este tipo de instituciones pueden solventar una fracción mayor de estas necesidades, aunque la disponibilidad de recursos económicos, para un propósito específico, podría estar fuera de foco.

Para resolver este problema, se me ocurre, sin ser experto en la materia, la creación de un esquema de subsidio gubernamental para estudios de posgrado-emprendimiento, al estilo de los apoyos CONACyT-SENER, que además de ser tutelado sea administrado por una institución académica. El estudiante podría ser el beneficiario, de un monto comparable al de estudios al extranjero, por ejemplo.

Dicho apoyo otorgaría recursos equivalentes a una beca nacional de manutención y un capital semilla para gastos de investigación y administrativos para el lanzamiento de una empresa. Esta aportación podría ser complementada con recursos de alguna empresa, socio interesado, institución académica o del mismo emprendedor.

Un gran beneficio personal y nacional

Un escenario así, de ser efectivo, tendría un gran beneficio individual y nacional. Desde el punto de vista individual, la creación de una empresa exitosa garantiza un futuro próspero y, en caso de no encontrar un despliegue favorable, la diversificación de carrera y las habilidades empresariales permiten abrir el abanico de oportunidades laborales.

A nivel nacional, permitiría el crecimiento económico a través de la creación de empleo convencional y calificado del cual es bien sabido las PYMES tienen una contribución importante. Además, reduciría la dependencia tecnológica y la fracción de productos y servicios de importación, que está demás decir es considerable.

En resumen, yo veo un desarrollador de tecnología y potencial emprendedor en cada aspirante de posgrado en energía en México, y me gustaría promover una pista de despegue para ellos en un futuro no muy lejano.