La tercera fue la vencida: La política energética de López Obrador

Por: César Díaz Sacal, asociado con licencia en CMS Woodhouse Lorente Ludlow, S.C. en las áreas de project finance y corporativo con enfoque en derecho energético e infraestructura

Con el triunfo del Lic. Lopez Obrador, ahora presidente electo de México, muchas especulaciones en cuanto a su política energética se han venido dando.

De primera mano, en el último debate presidencial de mediados de junio, el presidente electo mencionó que enfocaría su política energética en la creación de refinerías, rehabilitación de centrales hidroeléctricas abandonadas, la implementación de energía barata y renovable y un abandono total a la idea de modernización del sector nuclear mexicano (que actualmente representa el 3% de la capacidad instalada del país), sin especificar nada más al respecto.

Entendiendo su punto, es evidente que esa breve explicación de su estrategia obedeció temas políticos y varios temas no quisieron ser evidenciados antes de que llegue el momento oportuno. Efectivamente, su política no puede resumirse a eso. Investigando un poco del tema, encontré a lo largo de diversos documentos (Proyecto 18, Pejenomics y algunos comentarios de sus analistas), lo que creo que será la línea que podrá pintar el nuevo gobierno de la coalición Juntos Haremos Historia y que, básicamente, se basa en cuatro áreas de acción:

Primero, el aumento a la generación de energía hidroeléctrica para -aparentemente- reducir el gas natural e impulsar la reducción de tarifas eléctricas domésticas y de zonas preferenciales. Aunque la relación entre el aumento de energía hidroeléctrica, la reducción del uso de gas natural y la baja de precios no está estrechamente relacionada, es cierto que en la matriz energética de nuestro país, el 17% de la capacidad instalada total del país corresponde a tecnologías hidroeléctricas, mientras que el 37% representa al ciclo combinado de gas, la cual es la tecnología con mayor capacidad instalada. Ya que las hidroeléctricas cuentan normalmente con un costo nivelado más barato, esa relación que genere una reducción en tarifas podría lograrse (si se implementa de manera correcta).

Aunado a ello, el fomento a las tecnologías hidroeléctricas podría representar una alternativa para la reducción de gases contaminantes; sin embargo, esta estrategia deberá cabildearse para alinear incentivos con ONG y demás instituciones civiles, que actualmente argumentan que este tipo de tecnologías también causan grandes afectaciones al ecosistema.

La segunda estrategia es la aceleración de la transición a energías renovables, para lo cual se está proponiendo crear una red nacional de estaciones solares para incentivar vehículos eléctricos, desarrollar una industria de partes e insumos fotovoltaicos, eólicos y de autos eléctricos y, finalmente, dar acceso a energías limpias a 45 mil comunidades marginadas. Para lograrlo, se pretende otorgar estímulos fiscales y crédito a empresas que instalen energías renovables. Con ello, la iniciativa privada tendría beneficios adicionales al mercado creado por la Reforma Eléctrica que fomenta este tipo de energías mediante la comercialización de certificados verdes.

La tercera línea, la rehabilitación de centrales termoeléctricas es la que me genera más dudas en el tema eléctrico. Sin establecer una línea clara de cómo se logrará, se pretende rehabilitar las centrales termoeléctricas y construir nuevas en sitios de plantas descontinuadas, mejorando la eficiencia mediante la modernización de sistemas, uso dual de combustibles y aumento de capacidad con base a ciclos combinados de gas natural. Me genera dudas, puesto que es momento de apostar por otro tipo de energías que sean por igual, capacidad base y limpias, en vez de tratar de rescatar infraestructura antigua que eventualmente será obsoleta.

Dejando al lado los pros y contras que veo en esas líneas, es plausible que la política del López Obrador vaya encaminada a atacar todos los temas del trilema energético: combate al cambio climático, acceso a energía y reducción en tarifas. Ya la academia, ha demostrado que la implementación de las tres aristas energéticas al mismo tiempo puede ser difícil y casi imposible; sin embargo, la intención ahí está y una vez trazada la línea de acción material, podremos analizar su probabilidad de éxito.

Finalmente y la que mayor incertidumbre representa: la reestructuración del sector petrolero. En la línea de acción de Proyecto 18, se propone recuperar la seguridad y la sustentabilidad energética a partir de una nueva política petrolera, para lo cual se invertirá en PEMEX, construyendo dos refinerías en el sexenio e impulsando refinerías de biodiesel.

En varias ocasiones se había “amenazado” con revertir la Reforma Energética en materia de hidrocarburos, el discurso del presidente electo fue transitando de una abrogación a una “revisión de contratos”. Genuinamente, este será el tema que mayor incertidumbre generará y mucha desconfianza dará los inversionistas (siendo que uno de los principales opositores de la reforma -Cárdenas- formará parte del nuevo gobierno).

Recordemos que para realizar todo lo anterior, debe existir una gran colaboración con la iniciativa privada. Sin capital privado, la política energética del presidente electo puede quedar en buenas intenciones. Aunado a ello, la incertidumbre en el sector petrolero podría generar un abstencionismo en inversiones que podría ocasionar que a PEMEX se le aparezca el fantasma del que estaba tratando de escapar antes de la Reforma Energética. Esperemos que ese fantasma no regrese y estemos hablando de una verdadera política que cruce el impase energético que pocos gobiernos han logrado alcanzar.