Lorena Ochoa conversa con Michelle Ferrari: Congreso AMEDIRH 2025

El conversatorio entre Lorena Ochoa —leyenda del golf mundial— y Michelle Ferrari —presidenta de WEF Iberoamérica y CEO de Great Culture to Innovate y Healthy Place to Work México— fue un encuentro de inspiración práctica: una clase magistral sobre disciplina, propósito y bienestar contada desde la humildad de quien fue la número uno del mundo y eligió, en su cumbre, una nueva vida con sentido.
Ochoa abrió con el trayecto hacia la cima: le tomó tres años y medio en la LPGA alcanzar el primer lugar (mediados de 2006) y sostenerlo con constancia. Su ecuación del alto rendimiento es simple y exigente: tres pilares en equilibrio —mente (visualización, PNL, diálogo interno), cuerpo (fuerza y resistencia) y técnica (práctica deliberada de calidad). La disciplina obsesiva no es opcional: “sueñas despierta y dormida”, dijo, y conviertes metas de largo plazo en micro objetivos diarios que sí puedes controlar.
La anécdota central fue tan dolorosa como formativa: en un US Open que tenía en la bolsa, llegó líder al hoyo 18 pero no ganó. Entre lágrimas, respondió a la prensa con serenidad: “Hoy confirmé que puedo ganar; si no fue ahora, será la próxima”. Ese golpe, confesó, la templó para manejar presión, fama y compromisos. La lección empresarial es transparente: los tropiezos, bien encuadrados, son aceleradores de preparación, no etiquetas de fracaso.
Cuestionada por el manejo de expectativas y la representación de México, subrayó la importancia de crear una burbuja de concentración: rituales, respiración, visualización y una traducción positiva del nervio (“me hace pegar más fuerte y recto”). Anticipación y autoconocimiento fueron clave: saber cuándo practicar técnica, cuándo descansar y cuándo distraerse; y, sobre todo, pedir ayuda —a su coach, a su madre, a sus hermanas— en el momento preciso.
El momento más íntimo del conversatorio llegó con su retiro “en lo más alto”. No hubo lesión ni escándalo: hubo claridad. Su sueño de ser madre y formar una familia pesó más que cualquier ranking. Y para darle propósito al esfuerzo, fundó y escaló su proyecto educativo: de la escuela La Barranca en Guadalajara (360 alumnos, más de 7,500 atendidos históricamente) a 29 colegios en 13 estados que hoy atienden a 12,000 niñas y niños. Su ambición ya no es el green: es la movilidad social vía la educación.
Como madre, reconoció el desafío de bajar la vara del perfeccionismo competitivo para educar desde la compasión. Invitó a las y los líderes a hablar con sus hijos sobre el trabajo y a involucrarlos en causas sociales: la educación empieza en casa y el ejemplo es el pedagogo más eficaz. Para una audiencia corporativa, su mensaje se traduce en cultura: equilibrio entre alta exigencia y humanidad cotidiana.
El cierre dejó un método replicable para cualquier carrera: comparte tus sueños con tu gente (familia, equipo) para generar compromiso mutuo y, cada mañana, ataca primero lo que más te cuesta. “Vivimos al 80%”, dijo; el 20% faltante está en dominar lo que evitamos. Semana a semana, mejorar dos cosas difíciles crea tracción real. Es responsabilidad personal identificar debilidades y convertirlas en ventaja mediante práctica deliberada —como pegar 600 pelotas justo desde la distancia que fallaste ayer.
En suma, Lorena Ochoa ofreció un playbook de liderazgo aplicable al deporte y a la empresa: propósito claro, disciplina con inteligencia, red de apoyo, gestión emocional y servicio a la comunidad. Una campeona que hoy mide el éxito no en trofeos, sino en oportunidades creadas para miles de niñas y niños en México.
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