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Mujeres y tecnología: la brecha sigue creciendo

7 de febrero de 2019
Mujeres y tecnología: la brecha sigue creciendo

El necesario arribo de la mujer en el mercado de trabajo digital está resultando más bien un naufragio. Las conquistas son innegables incluso por encima del techo de cristal. Las grandes tecnológicas tienen en España su equipo de ensueño de presidentas y directoras ejecutivas. Pero los éxitos contrastan la realidad del sector: la brecha no solo no se está cerrando, sino que continúa creciendo.

Conocemos el problema: las mujeres escogen cada vez menos estudios relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación. Y también conocemos sus consecuencias: su participación en el sector no crece al ritmo necesario. Pero no estamos logrando mejorar la situación.

La entrada de la mujer al sector pierde incluso más relevancia cuando se analiza su presencia en estudios superiores no universitarios: solo un 7,96% de ellas opta por esta vía de formación en España, y todo ello en medio de las demandas de la comisión europea, que lleva años defendiendo la importancia de fomentar la formación profesional.

«Probablemente hoy en día para ser programador no tiene sentido hacer una carrera universitaria. Hay muchos cursos que te permiten acceder al mercado laboral rápidamente y con una formación excelente», señala Carlota Tarín, socia de Quanticae.

Efecto túnel
Los efectos de estas diferencias en la formación tampoco ayudan a mejorar las cifras de quienes ya están empleados en el sector tecnológico. La orientación educativa sigue teniendo un déficit enorme. A pesar de que muchos piensen que la igualdad está conseguida e incluso que se ha pasado de frenada, los datos son claros.

La universidad queda convertida así en la primera etapa –y primer problema- de un túnel cada vez más estrecho. En el umbral, el reparto es prácticamente igualitario. Según los datos de 2017, en España se gradúan un 52,2% de mujeres. Ya en las ramas de estudios tecnológicos, la representación cae al 18,6%. Si nos ceñimos a aquellos graduados que desempeñan empleos digitales, la cifra desciende hasta el 15,6%, prácticamente un punto porcentual por debajo del nivel en que se encontraba dos años antes.

“El descenso se da en todos los países desarrollados. Llevamos en mi equipo seis años estudiando este tema y no tenemos una respuesta clara. Pero crea que tiene que ver con que la formación tecnológica no ha sabido adaptarse suficientemente rápido al desarrollo del sector”, razona Tarín.

Los salarios tampoco son excepción, aunque las mujeres del sector suelen ganar un 3.1% más que otras que ocupan puestos similares en ámbitos distintos. Sin embargo, la brecha persiste en lo relativo a sus compañeros, con una diferencia del 8,9% que pese a ser inferior a la del resto de sectores, evidencia los efectos que aún tiene techo de cristal. «Las barreas de entrada son más bajas en este sector, pero luego cuesta mucho prosperar», coincide Alicia Richart, directora general de Digitales.

La única variable donde parecen haberse salvado definitivamente las diferencias entre uno y otro género son las habilidades digitales. “Aunque existe una cierta brecha, son porcentajes muy pequeños y entre las generaciones más jóvenes prácticamente está desapareciendo. A pesar de ello, en España todavía hay un 30% de la población que no cuenta con habilidades digitales, con lo cual aún queda trabajo en ese sentido”, señala Tarín.

¿Y ahora qué?
Las soluciones que propone Digitales pasan por corregir las carencias que están frenando el desarrollo de vocaciones tecnológicas en mujeres. “Los sesgos en la elección de vocaciones empiezan entre los 8 y 9 años, e incluso antes. Esto hay que inculcarlo desde la infancia, es una cuestión de cambiar la forma en que educamos”, afirma Tarín.

Sin embargo, la formación, si bien primordial, es sólo el primero de más obstáculos que subrayan la urgencia de implementar mejoras en las prácticas empresariales. Este sector necesita atraer talento y no se puede permitir no contar con el 50% de la población. También existen pendientes en la lucha contra los estereotipos de géneros: visibilizar referentes femeninos, cambiar el modelo educativo, promover la corresponsabilidad de los cuidados y las tareas domésticas, promover prácticas inclusivas en el sector y luchar contra el techo de cristal.

Con información de El País y WEF.