El potencial humano más allá del C.I.

El Coeficiente Intelectual (C.I.) es la principal forma de medición de la inteligencia reconocida a nivel mundial.

Hasta cierto punto, el rendimiento profesional y educativo está relacionado con el C.I., lo que lo ha convertido en un punto de referencia absoluto para la inteligencia, tanto en el lenguaje cotidiano, como en los medios de comunicación o en la comunidad de psicólogos.

Sin embargo, la inteligencia es compleja, existiendo dos conceptos de inteligencia contrapuestos: uno que describe la inteligencia como «singular» y se centra en la idea general de la inteligencia; y otro que considera la inteligencia como «múltiples facetas».

La complejidad de la inteligencia

En un sentido amplio, los psicólogos están de acuerdo en que la inteligencia puede definirse como la capacidad general de actuar de forma intencionada, pensar racionalmente y adaptarse de forma eficaz al entorno. Algunos expertos en la materia, como el psicólogo británico Charles Spearman, apoyan un enfoque unitario y ven la inteligencia como una capacidad general y unificada de juicio, sentido común, iniciativa y adaptación a las circunstancias. Dicha capacidad se podría medir y expresar de forma numérica.

Por otra parte, están quienes, apoyan un enfoque múltiple que diferencia entre distintos tipos de inteligencia. Howard Gardner habla de ocho tipos de inteligencia: inteligencia visual-espacial, verbal-lingüística, corporal-cinética, lógica-matemática, interpersonal, musical, intrapersonal y naturalística. Mientras que su colega norteamericano, Robert Sternberg, también propone tres tipos de inteligencia: inteligencia analítica, creativa y práctica.

¿Qué es el Coeficiente Intelectual?

Tal como lo define la Asociación Americana de Psicología (APA)^[1], el C.I. es “una medida estándar del nivel de inteligencia de un individuo basada en pruebas psicológicas”. El primer test de C.I. se desarrolló en 1904 por el psicólogo francés Alfred Binet, quien quería encontrar una forma para identificar a los niños con problemas de aprendizaje. Unos años más tarde, este método fue adoptado por los investigadores norteamericanos H. Goddard y Lewis M. Terman, quienes trabajaban en la Universidad de Stanford, con el objetivo de valorar la inteligencia y poder evaluar a los individuos en relación a una población de referencia. En las décadas siguientes, las escalas de Stanford-Binet y Wechslerse se volvieron la  norma para los test de C.I.

La mayoría de test C.I. evalúa las capacidades cognitivas como el razonamiento lógico y las habilidades verbales y numéricas. Por lo general, las puntuaciones de C.I. globales se calculan según una escala cuya media es 100 y la desviación estándar es 15. Aproximadamente el 95% de la población tiene una puntuación situada entre dos desviaciones estándar, es decir, entre 70 y 130.

¿Qué determina si alguien tiene un C.I. alto o bajo? Esta pregunta ha sido, por mucho tiempo,  discutida por psicólogos, sociólogos y especialistas en la educación. En el caso de los niños, no se ha logrado un consenso sobre si el C.I. es determinado por la interacción entre factores hereditarios y su entorno.

En cuanto a los adultos, existe una clara correlación entre el C.I. y el nivel de educación y, por consiguiente, entre el C.I. y la profesión.

El C.I. y el rendimiento

La mayoría de la gente cree que el C.I. es la única referencia para evaluar la inteligencia y las capacidades de un individuo, pero no es así. Recientes estudios científicos han demostrado que el C.I. está relacionado con el rendimiento laboral y académico, sin embargo, esta relación no es lineal.

Adicionalmente, aunque el C.I. es el estándar de medición más utilizado en materia de inteligencia, existen otros factores que son igual de importantes para el éxito en ciertos oficios y que se relaciona con factores como la inteligencia emocional, la capacidad de aprendizaje, la creatividad, el lenguaje, el pensamiento crítico o la visión general.

Otras capacidades más allá del C.I.

Hemos heredado multitud de aptitudes que son importantes para nuestra autorrealización, además del razonamiento lógico que aplicamos ante un entorno estructurado. A continuación, enumeramos aquellos factores que son igualmente importantes para el rendimiento profesional:

La inteligencia emocional. Está definida como la capacidad para identificar y gestionar las emociones. Se puede medir de la misma forma que el C.I. usando el «coeficiente emocional» (C.E.). Aunque es menos conocida que el C.I., la inteligencia emocional ha comenzado a encontrar su lugar entre los sistemas de Recursos Humanos, siendo el test EMOTION 2 el segundo test más utilizado por los clientes de Central Test en Latinoamérica en 2021.

La creatividad: Se trata de la capacidad de producir o desarrollar trabajos, teorías, técnicas o pensamientos originales. Aunque, adicionalmente, para encontrar una solución innovadora u original, uno debe ser capaz de fijar una meta, centrarse en ella y superar las complicaciones desde una perspectiva original y nueva.

El pensamiento crítico: Si bien está estrechamente relacionado con el C.I.,también va más allá. Se trata de poder ejercer un juicio considerado e intencionado como respuesta a una situación, conjunto de observaciones o serie de argumentos complejos.

La intuición: Aunque se desconoce mucho, es un hecho que nuestros cerebros disponen de muchas capacidades. Nuestro subconsciente registra información de nuestro entorno y, posteriormente, puede actuar de forma subliminal en nuestro consciente para alertarnos de situaciones concretas.

La visión global: Es la capacidad para analizar una situación de forma completa, sabiendo tomar perspectiva. Por ejemplo, un director que tiene una buena visión global recuerda sus objetivos y su estrategia. Sabe cómo integrar distintos enfoques y puntos de vista (financiero, técnico y comercial) logrando una síntesis que le permite tomar la decisión adecuada.

Por: Lucia Mititel
Central Test

^[1] https://dictionary.apa.org/iq