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8M y un nuevo contexto

Durante dos años de pandemia, las mujeres nos hemos enfrentado a un entorno súper desafiante:

  • El informe especial Covid-19 “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad”, realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2021, confirma que la pandemia amplió la brecha de género. Se estima un retroceso de hasta 10 años en los niveles de ocupación laboral por parte de las mujeres de la región.
  • En México, la tasa de participación femenina en el mercado laboral se redujo en 2020 a 40.71% (en 2019 se registraba en un 44.71%), por debajo del 42.63% reportado en la crisis financiera global de 2009 y similar a la observada en 2005 (40.8%), borrando así el avance 15 años. Según el informe “Mujeres en la Economía” de 2021, realizado por el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), tomará 60 años llegar a los niveles previos a la pandemia.
  • A nivel nacional, se considera que las mujeres destinaron hasta 7.4 horas menos a la semana al trabajo remunerado para dedicarse al doméstico y de cuidados no remunerado (OIT, 2020). Esa sobrecarga ha limitado el acceso a la participación económica y constituye una de las principales barreras para que alcancen su autonomía.
  • La violencia hacia las mujeres aumentó durante la pandemia. Estos son los datos develados por diferentes organizaciones y medios:
  • Entre enero y noviembre de 2021, fueron asesinadas en México 3,462 mujeres, es decir, 10 al día, un 2.66% más que en 2020.
    • En mayo de 2021 se registró el máximo histórico de 23,909 denuncias por violencia familiar.
    • En los últimos dos años incrementaron en 55.59% los ingresos a la Red Nacional de Refugios (RNR).

Se calcula que sólo una de cada 10 mujeres denuncia a su agresor, por lo que los resultados podrían ser aún más alarmantes. Este contexto estremece a cualquiera y representa nuevos retos para las organizaciones y su fuerza laboral femenina durante los próximos años.

Cambiar desde adentro

Soy Gisela Caballero, me identifico como mujer, tengo 46 años, he trabajado en comunicación corporativa por más de 20 años y, atendiendo a #BreakTheBias (el concepto del International Women’s Day para 2022) no estoy libre de prejuicios.

Durante la pandemia, me involucré más con el feminismo. Escuchar cifras alarmantes e historias de diferentes mujeres durante los primeros meses de confinamiento, me hizo escuchar con mucha más atención lo que estaba pasando con nosotras y nuestro entorno.

Algunas organizaciones con las que trabajamos también me despertaron. De repente, lo que nunca en mi carrera profesional, existió la necesidad de comunicar la creación de líneas telefónicas de ayuda para violencia doméstica que las propias empresas habían decidido abrir, conscientes del peligro en el que se encontraban sus colaboradas.

Frente a nosotros ya teníamos un problema social importante que resolver, que la pandemia agudizó.  

¿Qué viene?

Existe la tendencia de definir a la misoginia como un odio profundo que albergan los hombres hacia las mujeres y niñas. A mí me hace más sentido la definición de Kate Manne, quien dice que la misoginia son los sistemas o ambientes en los que una mujer se enfrenta a la hostilidad por el simple hecho de ser una mujer, en un mundo que ha sido construido por hombres.

Muy frecuentemente, como yo lo he vivido, ese desprecio se desprende de un lugar tan natural que asusta. Y no sólo es perpetrado por hombres. Lo que hay que averiguar es la manera en la que todos, de una forma u otra, somos cómplices de un sistema social misógino.

¿Cómo puedes sumarte y sumar a tu organización?

Entender el lugar desde el cual sostenemos al patriarcado e identificar nuestros sesgos negativos hacia las mujeres, nos permitirá hacer conciencia y empujar más fuerte, para crear condiciones que permitan que el 51% de la población prospere. Se podría empezar con algunas de estas acciones:

  • Asumir que el feminismo es incómodo porque reta permanentemente muchas de nuestras creencias, sobre todo las más arraigadas.
  • Escuchar la conversación que se va ampliando por segundo. Acércate a recursos como ONU Mujeres y explora cuentas de feminismo en diferentes plataformas sociales. Es probable que mucho de lo que lees no resuene contigo: está bien. Cuestiónate sin juicio.
  • Integrar nuevas perspectivas de mujeres de diferentes edades y circunstancias puede resultar un ejercicio muy productivo, sobre todo al momento de tomar decisiones organizacionales. Tanto en una mesa de diálogo como implementando estrategias de employee listening se pueden obtener insights poderosos.
  • Impulsar y tener conversaciones difíciles, entendiendo que tal vez estarás en una posición vulnerable al no tener todas las respuestas o posibilidades para mejorar algunas circunstancias. Sin embargo, abrir el diálogo es un acto valiente que no debería de ser subestimado. Es un gran paso.
  • Comunicar tus avances con hechos y nuevos compromisos. Hacerlo puede impactar positivamente en la reputación de tu organización y servir de ejemplo. A otras. Dejarlo de hacer podría generar una percepción negativa, de poco interés o sensibilidad al tema.

La esperanza en el caos

Han sido dos años de profundo aprendizaje para mí. Sé que falta mucho, (¡muchísimo!) y que es un camino complejo de andar para todos.

Sigo consumiendo información, leyendo y escuchando historias, y confieso que hay días que llega a ser demasiado. En el marco del 8M, desde hace un par de años, se me salen las lágrimas durante varios días: pienso en lo que se ha logrado y en las mujeres valientes que allanaron un camino para mí y mi generación. Y luego pienso en la responsabilidad que tengo, de hacer lo mismo para las siguientes generaciones. Me abruma un sentimiento de injusticia por las mujeres y niñas a las que les han quitado la vida y por las que están y seguirán inmersas en violencia. Y de repente, me llega la esperanza al ver que hay personas interesadas y dispuestas a contribuir.

Seguiré haciendo todo lo posible por elevar la conversación en cualquier conversación en la que participe. No puedo decir que no ha tenido costo, porque hemos perdido algunos clientes al rehusarnos a hacer campañas de equidad de género que tengan como base el discurso de empoderamiento femenino, que no sólo no aporta nada a la causa, sino que resta.

Entiendo que, como las personas, no todas las organizaciones van al mismo ritmo. Pero en el entendido de que estamos en otro momento, en otro contexto, enfrentando otras demandas sociales que son muy importantes y críticas para la humanidad, he decidido no hacerlo de otra forma. 

Creo que nuestro máximo logro como individuos y organizaciones será impulsar los esfuerzos en temas de equidad de género más allá de la capa transaccional, para construir espacios en los que se asegure que el talento femenino pueda nutrirse y evolucionar. Así, aunque sea en el largo aliento, diremos que fuimos parte del cambio y le entregaremos la estafeta a quienes vienen detrás. Hasta que lo logremos.

Por: Gisela Caballero
Socia y Directora General de soluciones de Comunicación

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autonomía económica, empoderamiento, mujeres, participación femenina, recursos humanos

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